Hoy en día, escuchamos hablar con frecuencia sobre la salud mental. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), esta se define como «un estado de bienestar mental que permite a las personas hacer frente a los momentos de estrés de la vida, desarrollar todas sus habilidades, aprender y trabajar adecuadamente, y contribuir a la mejora de su comunidad».
Sin embargo, a pesar de su relevancia, la salud mental sigue siendo subestimada por muchas personas. Las responsabilidades diarias, trabajos, horarios, cuidado de los hijos, y otras exigencias sociales nos empujan a un ritmo frenético en el que la pausa parece un lujo. Vivimos en la era de la inmediatez y las apariencias, donde la presión por ser productivos y auténticos a la vez nos deja poco espacio para reflexionar sobre nuestro bienestar emocional.
Es fundamental recordar que la salud mental no implica estar bien o feliz todo el tiempo. Es un estado imperfecto, que nos invita a aceptar nuestras vulnerabilidades y a reconocer que sentirse cansado o abrumado es completamente normal. Darnos permiso para expresar frases como «no puedo», «necesito tiempo», «quiero descansar» o «no me siento bien» sin culpa ni vergüenza es un paso crucial hacia el bienestar.
Cuidar nuestra salud mental significa también aprender a detenernos, a escuchar nuestras necesidades y a priorizarnos en un mundo que muchas veces nos exige lo contrario.



