En una de las ventanas turísticas más importantes del mundo, el departamento del Quindío se esfuerza muy poco por realmente hacer atractivo el destino.
Mientras que otros departamentos, no tan importantes en materia turística, se esfuerzan por mostrar lo mejor de su tierra con propuestas novedosas, llamativas e incluso añadiendo tecnología y realidad aumentada a sus stands, logrando generar experiencias únicas para los visitantes, el “corazón de Colombia”, como ahora nos hacen llamar, parece latir sin fuerza, a un ritmo aburrido, sin alegría y, mucho menos, innovador.
Es triste decirlo, pero el Quindío, en Anato, se ha convertido en una pintura casi estática. Año tras año: el mismo Wíllys, la misma fachada, el mismo concepto de flores por todas partes, y un par de docenas de cubículos incómodos y pequeños para los empresarios que entregan todo de sí para vender sus destinos. Y de verdad, entregan tanto que la única experiencia sensorial del stand, la degustación de café, corre por cuenta de ellos.
Para ajustar la cotidianidad que raya en la falta de esfuerzo, hay que hablar del video promocional principal de este año. Un video que inspira poco, no cuenta mucho y aburre rápido, en parte por la voz casi apagada de quien lo narra, y en parte por la pésima producción general. Pero eso sí, hay que darles el crédito de que, por lo menos, este año no llevaron al cacao como producto insignia del departamento cafetero.
Al final, hay que rescatar a los trovadores y bailarines, porque sin ellos, la fiesta hubiese estado aún más aburrida. Esperemos que el próximo año, por lo menos, se preocupen por hacer un diseño diferente e innovador, digno de un gobernador que se hace llamar un arquitecto de sueños, sueños, sueño, sueño…

«Las opiniones expresadas en las columnas de opinión son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente la postura editorial de Quindío 24. El medio no se hace responsable por las ideas, juicios o afirmaciones emitidas en estos espacios de opinión.»