Kevin Escorcia no tuvo una infancia fácil. Perdió a su tío en sus brazos cuando tenía apenas 12 años. Poco después, su padre y hermano fueron víctimas de los llamados falsos positivos. En medio del dolor, cayó en el consumo de drogas y terminó vinculado a estructuras delincuenciales en el Quindío.
Pero su historia no terminó ahí.
Hoy, Kevin recorre colegios públicos del departamento compartiendo su experiencia. En lugar de armas, lleva un micrófono. En vez de odio, siembra conciencia. A través del rap, el graffiti, el cine y el teatro, se ha convertido en un referente de transformación juvenil.
“Mi vida cambió cuando grabé una canción para la película Dragones de Papel. Ahí descubrí mi potencial. Dejé el consumo, dejé las malas compañías”, cuenta.
En 2019 finalizó su proceso de sanción y un año después fue reconocido como uno de los 10 jóvenes más sobresalientes del Quindío por la Cámara Junior Internacional. Desde entonces, trabaja como educador del CAE y como conferencista. Su objetivo: evitar que otros jóvenes recorran el mismo camino que él.
Actualmente lidera un proyecto con la Secretaría de Familia de la Gobernación del Quindío, llevando su historia a las instituciones educativas. Allí, no solo cuenta su testimonio, también alerta sobre el reclutamiento de menores por parte de bandas criminales que operan en municipios como Montenegro, Calarcá, Quimbaya, La Tebaida y Circasia.
Según cifras de la Policía del Quindío, en los primeros seis meses de este año ya han sido aprehendidos 34 menores por delitos relacionados con microtráfico, homicidio y extorsión.
“La batalla se está perdiendo. Hoy es más fácil que un pelado termine en una estructura criminal que en una universidad”, advierte el concejal Vargas, quien conoce de cerca el caso de Kevin.
Desde Quindío 24 destacamos esta historia como una prueba viviente de que el arte, la palabra y la educación sí pueden salvar vidas. Y que en un territorio golpeado por la instrumentalización criminal de jóvenes, aún hay luz.



